jueves, abril 09, 2009

Esencial

En verdad, este es un mundo agitado, un siglo confuso, una era trastornada. Los medios, la publicidad, el internet, la telefonía celular y la tecnología digital entre otros, atiborran nuestra vida con tanta información, que no existe un instante que podamos llamar personal. Se han metido tanto en nuestras existencias, que hoy vivimos vidas de constante confusión, con ataques de ansiedad, deseando estilos de vida felices, pero sin saber a ciencia cierta, cómo sería esa vida que anhelamos. Permitimos tanto que se apropien de nuestra subsistencia que olvidamos nuestra esencia, corriendo presurosos ante el último avance tecnológico, la más reciente oferta financiera o el boom más novedoso sobre estilos de vida.
Mi idea aquí, no es censurar nada de esto; solo quiero llamar la atención sobre lo esencial, es decir, recuperar en nuestras vidas, aquello que desde siempre supimos que nos haría felices.

Desde niño o niña supimos que el Padrenuestro, el Ave María y la Oración al Ángel de la Guarda eran la manera más eficaz y poderosa para sentir paz espiritual y estar en contacto con la divinidad… De qué sirven hoy tantas cadenas de oración por internet, altares, novenas a uno y otro santo, participación en romerías o la vinculación a tanto grupo carismático o cultos religiosos, si a la hora de estar en paz con nosotros mismos y con Dios, nos falta lo esencial: la sencillez de la fe y la confianza que teníamos de niño, en que nuestras oraciones son escuchadas. Bueno, volvamos a lo básico.

Conocimos la más grande felicidad de la mano del amigo o amiga, explorando mundos de fantasía construcciones improvisadas de cartón, probando los frutos de los árboles en el solar de la casa vecina, o pateando una pelota de trapo en la calle del barrio... De qué sirve hoy que tengamos atiborrada la lista de contactos en el Messenger o en Facebook, si al final, cuando necesitamos compartir nuestra risa o nuestra lágrima, ninguno de esos “amigos” está ahí, en persona, para abrazarnos, consolarnos o felicitarnos. Bueno, volvamos a lo básico.

En nuestra infancia, no había lugar más seguro que el rezago de mamá para pasar un susto, encontrar protección o descansar al final de la escuela, y contábamos con la certeza que a su lado todo marchaba bien. De qué sirve que hoy tengamos madre, padre, hermanos, hijos, sobrinos y hasta nietos si, ahora con la excusa de que tenemos tanto que hacer por ellos, evitamos reír con ellos, jugar con ellos, compartir sus vidas y descansar en sus regazos; aunque físicamente algunos no estén a tu lado, existen maneras maravillosas de compartir con ellos. Bueno, volvamos a lo básico.

Avanzamos por la escuela con nuestras tardes colmadas de deberes escolares mientras en casa había otros deberes con los que había que cumplir durante los fines de semana y aún así, eramos felices pues teníamos tiempo para soñar, para idealizar planes e imaginarnos un futuro. De qué sirve que hoy seamos hombres o mujeres respetables, con cargos dignos y unas responsabilidades importantes, si hemos perdido la capacidad de soñar, de vislumbrar un futuro más promisorio, o aún de enseñar a soñar su propio futuro a los miembros de nuestra familia. Bueno, pues volvamos a lo básico.

Sé que muchos de ustedes encontrarán en sus propias vidas, muchos aspectos básicos que les han brindado esperanza, seguridad, fe, confianza, pero sobre todo felicidad. Sería ideal compartirlo aquí, si no, bueno… sé que todos, siempre tendremos algo para volver a lo básico.

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